11 febrero, 2008

Entrevista a dos viajeros

De casta le viene al galgo. Mientras José y yo atravesábamos mares, ríos, desiertos y montañas, Gervasio y Anna Marie tampoco paraban quietos. Desde que optaran por la prejubilación, hace cosa de cuatro años, ya han recorrido medio mundo. En el 2007, visitaron Hungría, la República Checa, Austria, Lituania, Letonia, Estonia, Suecia, Noruega y Marruecos. Y, para rematar el año, decidieron tomar prestado un par de mochilas y reunirse con su hija, en el último mes de su periplo asiático.

Ahora, ya en nuestra tranquilidad hogareña de Castellón, me he acercado a estos intrépidos viajeros para averiguar sus impresiones:

Durante estas pasadas Navidades, en un acelerado tour por el sudeste asiático, habéis pisado el suelo de tres países, visitado los templos milenarios de Sukhothai, Luang Prabang y Angkor, hecho compras en los mercados de Chiang Mai y Bangkok, descendido las aguas del Mekong y bañado en las cristalinas del mar de Andamán.

Después de tantas experiencias, ¿cuál destacaríais como el mejor recuerdo de este viaje?

Mamá: Son muchos los gratos recuerdos. Impresionantes los templos de Angkor, el primer contacto con Bangkok en el Palacio Real.

Es difícil quedarse con un solo recuerdo. La isla de Koh Lipe, donde uno pierde la noción del tiempo disfrutando de la naturaleza, lejos de las noticias del mundo (sin TV, radio y prensa).

Pero me impresionaron los “elefantes pintores”, unos verdaderos artistas, realizando con precisión sus coloridos cuadros.

También quiero resaltar la amabilidad de su pueblo, siempre sonrientes, pacientes y educados. Y los niños: una preciosidad.

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(Foto derecha: obra de arte paquiderma)

Papá: 1º) Respondiendo a tu pregunta, primeramente resaltaría la impresionante monumentalidad de los templos de ANGKOR (Camboya), haciendo sobre todo hincapié en el templo de ANGKOR VAT, muy bien conservado y tan grandioso. De qué manera tan soberbia se alzan hacia el cielo esas preciosas torres, en forma de mazorcas de maíz.

Sobre los muros que dan al exterior del templo, aparecen magníficos grabados esculpidos en piedra calcárea. ¿Qué más podría resaltar de Angkor Vat? Seguramente, muchas cosas interesantes, en fin… ¡COLOSAL!
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Otro templo que me gustó mucho, aunque no tan bien conservado ni tan grandioso, fue el de BAYON. Me trae a la memoria los cuentos bagdadíes de las mil y una noches, pero en este caso, refiriéndome al templo de Bayón, le llamaría de las mil y una caras, esculpidas sobre grandes bloques de piedra (podría decir sin miedo a equivocarme, como mínimo unos dos metros cuadrados de superficie). Estas enormes caras, supongo de Buda, siempre sonrientes, se posicionaban sobre los cuatro costados de las estructuras cónicas de piedra.

Visitamos más templos, en algunos de ellos había más bloques de piedra por los suelos que en los muros. En uno de estos templos, nos las vimos y deseamos para encontrar el camino de salida. Nos parecieron verdaderos laberintos.

En algunos lugares de estas ruinas se veían unos enormes árboles que, con sus poderosas raíces, abrazaban parte de los muros ruinosos, por lo que era imposible su restauración.


Visitamos otro lugar sagrado budista que, para acceder a su entrada, de una parte y de otra del largo camino, había esculturas humanas, la mayoría de ellas sin cabeza (por los robos) como protectores del templo. Esto me recuerda, en otras latitudes, cuando estuve visitando los templos de Luxor, en Egipto: allí el camino que une los dos edificios sagrados estaba flanqueado por un sinfín de carneros, tallados en piedra.


...

2º) De Laos, ¿qué podría destacar? Aparte de los dos días que estuvimos navegando sobre las aguas del río MEKONG, en cuyas márgenes se habían formado pequeñas playas de arena. Sí, he escrito “playas de arena”. Curioso, ¿verdad? Estos remansos de arena se forman por las innumerables rocas de arenisca que se encuentran en su cauce.

Desde la incómoda y ruidosa embarcación, contemplábamos la enmarañada y selvática vegetación. A lo lejos, se oteaban pequeños rebaños de toros y vacas, tumbados sobre las cálidas orillas del Mekong (30 grados centígrados en pleno invierno asiático).

En el cauce del mismo río, en una de sus paredes rocosas, visitamos la cueva de los mil Budas, de todos los tamaños. Bueno, un sitio más que había que ver. Esta excursión la hicimos desde Luang Prabang, una pequeña ciudad del norte de Laos.

Por cierto, comimos en un restaurante regentado por un francés, donde me resarcí de todos los guisos asiáticos de lo más populares (no estaban mal al principio, pero ya estaba bien ¡caramba!).

3º) Por fin, terminando de contestar a la preguntilla, me voy a referir en último lugar a Tailandia. Comenzando con BANGKOK, no me voy a extender mucho. Sólo lo justo, porque a mí las grandes ciudades me producen alergia.

Saliendo del aeropuerto, la ciudad me pareció bastante moderna, claro está, atravesando su parte más contemporánea, tipo occidental, hasta que llegamos al hotel en el que nos íbamos a hospedar durante los siguientes cuatro días, en un distrito muy popular. Allí conocí los primeros tuk tuks tailandeses (por cierto, los tuk tuks de Camboya, en Siem Reap, me parecieron más simpáticos y limpios que los de los dos otros países).


(Foto derecha: garruda y garrulo, en el Palacio Real de Bangkok)

Empezamos la visita a la capital dando un paseo en barca. ¿Qué digo? Era una embarcación con una eslora bastante larga y estrecha, con un estruendoso motor fuera borda, de aquellos que llevaban los camiones diesel de la casa Barreiros…

Recorrimos infinidad de canales, por el río MAE NAM CHAO PHRAYA, ¡hay que ver que nombre más largo!

Los canales se sucedían unos a otros, pero la visión no cambiaba: en sus márgenes se asentaban, de una manera no lineal, las cabañas de madera sobre pilotes.
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Las aguas estaban repletas de pedazos de plantas flotantes, que habían sido cortadas por las potentes hélices de las embarcaciones.


De vuelta al embarcadero, nos dirigimos hacia el GRAN PALACIO, bañado por las aguas del dicho río. Grandioso y muy bien restaurado.

También me gustó la gran casona hecha toda ella de teca, llamada VINMANMEK TEAK MANSION, según parece, la más grande del mundo construida en madera de teca, sin ningún clavo ni remache.

En fin, hicimos otras visitas a otros tantos lugares, destacando los templos de SUKHOTHAI, que me recorrí con una bici de alquiler, llevando atrás a mi querida esposa, que no se puede decir que sea un peso pluma (tampoco es para tanto, ¡la pobre!). Para mí supuso un gran esfuerzo, claro que “ya no doy para más”.


En CHIANG MAI, ya cansados de tanta piedra monumental, nos limitamos tan sólo a recorrer mercados, un tanto variopintos, impregnados de un sinfín de olores y sabores. El mercado de las flores, impresionante para la vista, ¡qué de colores y perfumes! Composiciones realizadas con exquisito gusto, muy atractivas y, sobre todo, muy, pero que muy baratas. En fin, este recorrido fue un auténtico gozo para todos los sentidos.

¿Y en el otro extremo de la escala?

Mamá: El calor en pleno invierno. Visitar los templos bajo el sol fue agotador. No quiero pensar lo que hubiese sido en verano.

Papá: Aquí no me voy a explayar mucho, porque nos resultaría a todos un tanto desagradable. Pero, en fin, creo que la pregunta es lo que busca o persigue.

Lo que vi en Bangkok no me gustó para nada. Ya afirmé en algún pasaje de mi escrito, que las grandes ciudades me producían alergia; me ratifico sobre lo dicho refiriéndome a Bangkok.

En la parte moderna de esta ciudad existe un brutal contraste entre lo rico y lo pobre, entre las grandes torres de cemento y las míseras casas de madera y planchas de hojalata mal ajustadas. Entre estas construcciones, en medio de sus calles, se levantan enormes pilares de cemento para sostener el tráfico rodado; son verdaderas autovías e intercambiadores con peaje, que alcanzan el mismo nivel que un edificio de tres o cuatro plantas. ¡Qué horror!

(Cualquier parecido entre la fecha marcada por la cámara de mis padres y la realidad, es pura coincidencia)

En la parte popular de la ciudad, respiras los gases que se desprenden de los tubos de escape de los motores, sean motocicletas (con lo que más se desplazan los nativos), tuk tuks (cantidades industriales), coches de la marca Toyota y otras japonesas (todo lo que lleva un motor es de marca nipona). Para colmo de los colmos, las tiendas ambulantes de ropa y los puestos de comida entremezclados invaden las aceras, tienes que hacer malabarismos cuando te cruzas con alguien.

Los malos olores de los desagües, los gases de las motos y los guisos de sus comidas formaban un ambiente, para mí, bastante desagradable.

Bueno, a pesar de todo esto, conocí un poco de la vida en Asia.

Y ahora, una ronda de preguntas rápidas, de ésas a las que uno debe contestar a bote pronto y sin pensar.

¿Mochila o Samsonite?

Mamá: Al final, se me hace más cómoda la mochila.

Papá: Está claro que son dos formas muy diferentes de viajar. Según el tiempo del que uno disponga. Para viajes cortos, Samsonite.

¿Viaje organizado o improvisado?

Mamá: Improvisado, siempre que uno disponga de una “experta guía”.

Papá: Improvisación, sólo para viajes largos.

¿Navidades en casa o en Asia?

Mamá: En Asia, sin ninguna duda.

Papá: Las prefiero y disfruto más en casa (en noche vieja despedí el año con un bocadillo de atún, sin comentarios).

¿Tailandia, Laos o Camboya?

Mamá: Todos tienen su encanto, pero he estado más en Tailandia y creo que me llevo más recuerdos de allí. Incluido el recuerdo de Wichan.


Papá: Camboya, impresionante por el conjunto de templos de Angkor; Tailandia, por su gran diversidad; Laos, por su flora y el espectáculo que ofrece el río Mekong.


¿Y una frase que rime con “Me gusta Camboya”?

Mamá: “Y el mar y sus boyas”.

Papá:
“Me gustaría ser la boya de una sirena en el mar”.

¡Pues sí que me han salido boyeros estos padres! Dejándonos de bromas, pasamos a un par de preguntas serias.

¿Qué pensáis de que vuestra hija se haya tirado un año de trotamundos mochilera?

Mamá: Que tiene suerte y que cuando uno es joven es cuando mejor se puede descubrir mundo. Nosotros llegamos algo tarde. Claro que durante este año he estado colgada de internet, esperando noticias y visitando diariamente el blog a la espera de nuevos textos.

Papá:
A mí, personalmente, me ha parecido bien. Has tenido un sueño hecho realidad.

¿Y qué le diríais si os anunciase que este año se vuelve a echar la mochila al hombro?

Mamá: No diría nada porque cada uno es libre de enfocar su vida con su propio criterio. Más preocupaciones para mí, porque siempre pueden surgir problemas en este loco mundo.

Papá: Me niego a contestar a esta pregunta, porque nos íbamos a enfadar.

*Gulp*…

................................................................. .(Hay amores que matan, ¿a que sí, gatito?)

Para terminar, ¿queréis añadir unas últimas palabras para el público lector de “Él y Ella on the trail”?

Mamá: Pues que he disfrutado leyendo el blog y viendo las fotos. Poder conocer esos lugares, un sueño. Espero poder repetir la experiencia en otros lugares, donde no tenga el problema de la barrera lingüística.

Papá: Esto lo dejo para la próxima ocasión, si la hubiere.


Nota: Creo que con esta entrevista, ha quedado patente y bien clarito de quién he heredado yo mi espíritu viajero y de quién la vena narrativa... Y tú, ¿qué opinas?


(Escrito por ella desde casita, en Castellón de la Plana, 11/02/08
)

3 comentarios:

avistu dijo...

Me guardo la página para leerla tranquilamente en casa porque en los cybers cobran por horas y si la leo en casa de Chus, pierdo su amistad por todo el tiempo que tendría que dedicarle :P

Isabel y José dijo...

Pues mañana me la comentas, tranquilamente, en casa ;o)

¡Hasta mañana, churri!

Besines

Carol dijo...

Qué entrevista más chula. Mis padres también se prejubilaron con 50 recién cumplidos y yo les propuse algo parecido, pero no ha habido forma. Les voy a enviar el link de la entrevista para chincharles un rato.
Saludos!