21 enero, 2008

El último Sling

El último mes de mi viaje ha sido como una cuenta atrás, cada segundo acompañado de un recuerdo y una despedida. En un breve peregrinaje por mis rincones preferidos de Asia, he vuelto a recorrer, en orden inverso, los lugares que hace ya casi un año descubriera junto a Él.

Primero, Bangkok; luego, Chiang Mai, con una breve escala en Sukhothai; Luang Prabang, donde dimos la bienvenida al año nuevo laosiano; Siem Reap, donde esperamos un amanecer delante del milenario templo de Angkor; Koh Lipe, donde José se sumergió en el mar y yo en mí misma. Mi pequeña trayectoria circular concluye en Bangkok, donde hace cinco días, me reuní nuevamente con mi compañero de aventuras, recién regresado de Birmania.

Ayer, en Singapur, nos tomamos el último Sling. Nada menos que en el Raffles (el “Ruffles”, como lo llamamos nosotros), uno de los más prestigiosos y legendarios hoteles del sudeste asiático. Un año antes, nos habíamos conformado con tomarnos unas fotos en el patio, mientras turistas más adinerados se tomaban sus cócteles sentados en la barra del atrio. Esta vez, en cambio, veníamos decididos a brindar también nosotros, como diría el Junior, “throwing the house out of the window!” (21 dólares singapurenses por sling, 32 si te quieres quedar el vaso de recuerdo, más un 7% de recargo y un 10% de propina obligatoria, total: un auténtico atraco – por supuesto que nosotros, como recuerdo, con un par de posavasos ya nos dimos por sobrados).

Y ahora, exactamente un año después del comienzo de nuestro viaje, henos aquí, a más de 11.000 metros de altitud, encapsulados en un Boeing 747 de la British Airways. A mi izquierda, una rubia despampanante mira “Cuatro bodas y un funeral”. A mi derecha, el hombre del antifaz duerme para no pensar. Y ante mí, en mi pantallita individual, leo que ya sólo nos quedan dos horas para aterrizar en Londres, donde José y yo volveremos a separarnos. Él saldrá disparado para no perder su conexión a Dublín, mientras yo me quedaré matando horas en la Terminal 2 de Heathrow, a la espera de mi vuelo a Valencia.

Llevamos un par de días repitiéndonos como discos rallados: qué rápido se nos ha pasado el año, parece que fue ayer, no quiero que termine el viaje, qué duro es volver, quién iba a decirnos que esto nos iba a costar tanto... Hace cosa de seis meses, en un ataque de nostalgia, nos pusimos a hacer elenco de todas las pequeñas cosas con las que íbamos a regocijarnos de vuelta a casa. He de confesar que el órgano de la morriña no es el corazón, sino el estómago, por lo que en los primeros puestos de nuestra lista figuraban la fabada (para él) y la paella (para mí). Sin embargo, ahora que ya se nos acerca la hora de ponernos las botas con las delicias culinarias de nuestras respectivas mamás, ni poniéndonos delante una tortilla de patata lograríamos sacudirnos estas caras de sepultureros.

Como le decía ayer a José, me siento como el hombre de la cueva platónica que, temporalmente liberado de sus ataduras, ha salido a respirar el aire exterior y a mirar el mundo bajo la luz del Sol. Y ahora, después de un año de libertad, se le pide que regrese a la penumbra de su cueva, donde sólo podrá ver las sombras de objetos proyectadas en la pared. Así como él, durante un año entero, nosotros hemos probado la miel de una vida sin obligaciones y sin apenas restricciones, y ahora, muy a pesar nuestro, hemos de volver a una realidad hecha de horarios forzados, de términos impuestos, de objetivos ajenos y de mínimos momentos de libertad condicionada.

Por supuesto, soy consciente de que no tengo ningún derecho a quejarme. Al contrario, he de estar muy agradecida por la suerte extraordinaria que ha sido el poder realizar este sueño. Como dijera el multimillonario Warren Buffett, dirigiéndose a un aula de estudiantes de la Universidad de Nebraska: “We´ve had a lucky ticket” (nos ha tocado un billete afortunado) y continuaba diciendo, “Our ticket says White” (nuestro billete dice Blanco), “our ticket says Intelligent” (nuestro billete dice Inteligente).

Me atrevo a decir que, aunque más humildemente, a nosotros también nos ha tocado un billete afortunado. Hemos tenido el privilegio de nacer en países desarrollados, de recibir una educación, de conseguir buenos trabajos, de gozar de un buen nivel de vida, de prosperar y ahorrar sin excesivas privaciones, de permitirnos renunciar a nuestros empleos por un tiempo, de tener unos pasaportes y de que nadie nos impidiera usarlos.

Para muchos, lo que hemos vivido es una utopía, un sueño inasequible. Ahora mismo, no estoy ni tan siquiera pensando en el campesino birmano, el mendigo tibetano o la niña camboyana que se gana la vida en un vertedero de basuras, sino en el aburguesado taxista singapurense que anteayer nos conducía del aeropuerto a nuestro hotel. Nos comentaba que aunque a él también le encantaría viajar como nosotros, durante todo un año, eso es algo completamente inimaginable para él. Todos los días, salvo domingos, tiene que conducir su taxi desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde: “This is the asian life” (ésta es la vida asiática), nos decía con un tono mixto de aceptación resignada.

Así que tendremos que hacernos al ánimo nosotros también y aceptar nuestros destinos con alegría, sacando partido de los placeres más simples y sutiles de esta vida, sin dar nada por descontado y apreciando todo lo que tenemos.

Brindemos por un feliz regreso a nuestra “european life” y… ¡por nuevos comienzos!

José y yo, brindando en el bar terraza del Raffles Hotel. Más que un último sling, quiero pensar que éste será el primero de muchos (en esto estoy segura de que el Juni discrepará conmigo, ¡sobre todo si ha de ser él quien pague de nuevo la cuenta!).

(Escrito por ella desde el cielo, en algún punto entre Moscú y Londres, 21/01/08)

2 comentarios:

jose dijo...

Ya no te acordarás de mi. Pero el año pasado compartimos Asia durante unos meses aunque no llegaramos a conocernos. Precisamente hoy hace un año que llegué a Khao San. No me puedo creer que hayáis estado dando tumbos todo este tiempo. Os admiro muchísimo. Buena suerte con el regreso. Sé que volver es difícil (la peor parte del viaje) pero seguro que reencontráis vuestro lugar en unos días. Un abrazo inmenso.

Isabel y José dijo...

Hey, claro que me acuerdo de ti! Tú eres el de las fotos creativas! No sabes la de pruebas que José y yo hemos hecho con nuestras cámaras para emularte - Todas en vano!

Hoy le he dado otro vistazo a tu blog (ya ves, todavia lo lee alguien) y me he reído con la odisea de tu viaje de regreso (me has dado algo de envidia con lo de tu hotel 5 estrellas, si es que no hay mal que por bien no venga).

Y ahora, qué haces? Currando de nuevo? Ahorrando para el próximo viaje? Dános noticias!

Besos y muchas gracias por seguir leyéndonos!

Isa