Puede robar a un mendigo, matar a un hombre santo, golpear a quien le dio la vida. Puede mentir y traicionar, engañar y chantajear. Puede escupir en la cara a su mejor amigo si este osa decir algo en contra de su amor.
Puede también dejar de beber si ella se lo pide, cambiar hábitos nocivos por otros más saludables, incluso puede cambiar las malas compañías por otras menos dañinas. Puede encaminarse por el recto camino del que se había apartado y abrazar una vida que antes rechazaba.
Porque al enamorarse uno pierde la noción del Bien y del Mal, o, mejor dicho, ya no se basan en la moralidad o las leyes, sino en lo que favorezca o perjudique a la mujer amada. La pasión nos arrastra como un caballo desbocado al que montamos mientras nos reímos a carcajadas.
Un hombre enamorado es un hombre invencible, no hay batalla grande o pequeña a la que no acuda confiado en la fortaleza de sus armas. No hay enemigo que le pueda hacer frente si cuenta con el respaldo de su amada.
Un hombre enamorado es también un loco, que desafía a la lógica y la cordura, a la seguridad de lo establecido y respetable. En su mente no hay convencionalismos ni reglas, escritas o no, que le repriman.
Por Ella se hace cualquier cosa. Y por su pérdida se llora de manera inconsolable.
Cuando uno tiene a su alcance todos los recursos de un Mahraja, un hombre enamorado es capaz de construir algo tan hermoso como es el Taj Mahal. Ha sido descrito como "Una lágrima en el rostro de la eternidad" (Rabindranath Tagore) o "La forma corporal de todas las cosas puras" (Rudyard Kypling)
La construcción del monumento comenzó en ese mismo año de 1631 y no se completó hasta, aproximadamente, 22 años después. En total, unas 20.000 personas de India y Asia Central trabajaron en el edificio. Se trajeron especialistas, incluso de la lejana y exótica Europa, para trabajar en el mármol y los millares de piedras semi preciosas que se emplearon en la obra.
(Visitado el 15/12/2007; texto escrito por él en Bagan, Myanmar, el 03/01/2008)
2 comentarios:
Por el amor de una mujer, uno se vuelve idiota. Y si ya es idiota, se alcanza el summum de la imbecilidad, y se hacen cosas que con el tiempo pesan. El amor confunde las ideas y nos contrapone con la lógica.
Y el desamor, bufff... eso ya es la ostia.
Si es que usted siempre ha sido un optimista, coimes.
Publicar un comentario