13 enero, 2008

Por el amor de una mujer

Por el amor de una mujer, un hombre es capaz de las mayores vilezas y los mayores sacrificios.

Puede robar a un mendigo, matar a un hombre santo, golpear a quien le dio la vida. Puede mentir y traicionar, engañar y chantajear. Puede escupir en la cara a su mejor amigo si este osa decir algo en contra de su amor.

Puede también dejar de beber si ella se lo pide, cambiar hábitos nocivos por otros más saludables, incluso puede cambiar las malas compañías por otras menos dañinas. Puede encaminarse por el recto camino del que se había apartado y abrazar una vida que antes rechazaba.

Porque al enamorarse uno pierde la noción del Bien y del Mal, o, mejor dicho, ya no se basan en la moralidad o las leyes, sino en lo que favorezca o perjudique a la mujer amada. La pasión nos arrastra como un caballo desbocado al que montamos mientras nos reímos a carcajadas.

Un hombre enamorado es un hombre invencible, no hay batalla grande o pequeña a la que no acuda confiado en la fortaleza de sus armas. No hay enemigo que le pueda hacer frente si cuenta con el respaldo de su amada.

Un hombre enamorado es también un loco, que desafía a la lógica y la cordura, a la seguridad de lo establecido y respetable. En su mente no hay convencionalismos ni reglas, escritas o no, que le repriman.

Por Ella se hace cualquier cosa. Y por su pérdida se llora de manera inconsolable.

Cuando uno tiene a su alcance todos los recursos de un Mahraja, un hombre enamorado es capaz de construir algo tan hermoso como es el Taj Mahal. Ha sido descrito como "Una lágrima en el rostro de la eternidad" (Rabindranath Tagore) o "La forma corporal de todas las cosas puras" (Rudyard Kypling)

El Taj fue construido por el Emperador Shah Jahan como un monumento funerario en memoria de su segunda esposa, Mumtaz Mahal, que murió al dar a luz a su catorceavo hijo, en 1631. Su muerte la partió el corazón de tal manera al emperador que se dice que su pelo se volvió gris de la noche a la mañana. Nada se dice de noches de insomnio o de llorar amargamente a escondidas, pero no hace falta que eso se escriba en los libros para saber que el monarca sufrió una pena infinita.

La construcción del monumento comenzó en ese mismo año de 1631 y no se completó hasta, aproximadamente, 22 años después. En total, unas 20.000 personas de India y Asia Central trabajaron en el edificio. Se trajeron especialistas, incluso de la lejana y exótica Europa, para trabajar en el mármol y los millares de piedras semi preciosas que se emplearon en la obra.

Pero el coste de tamaña declaración de amor fue tan excesivo que, poco tiempo después de terminado, Shah Jahan fue derrocado por su propio hijo Aurangzb, que le hizo encerrar en el Fuerte de Agra donde, por el resto de sus días, sólo podía atisbar su creación a través de una ventana.

Al morir en 1666, Shah Jahan fue enterrado aquí, al lado de Mumtaz, y sus cuerpos reposan juntos, para siempre, como, tal vez, ambos se encuentren juntos en el Paraíso del Profeta.



(Visitado el 15/12/2007; texto escrito por él en Bagan, Myanmar, el 03/01/2008)

2 comentarios:

SHAMISENN dijo...

Por el amor de una mujer, uno se vuelve idiota. Y si ya es idiota, se alcanza el summum de la imbecilidad, y se hacen cosas que con el tiempo pesan. El amor confunde las ideas y nos contrapone con la lógica.
Y el desamor, bufff... eso ya es la ostia.

avistu dijo...

Si es que usted siempre ha sido un optimista, coimes.