30 noviembre, 2007

Living la vida loca

Barra del bar en "The Foreign Correspondents Club of South Asia" ("Club de Corresponsales Extranjeros del Sur de Asia"), viernes de noche, conversación de este periodista itinerante de "Él y ella on the trail" con un enturbatado camarero.

"¿El Sr. desea comer algo?"


"Sí, un sandwich de atún, por favor. Cuando esté listo, ¿me lo pueden llevar a mi mesa, a la
terraza?"


"Naturalmente, Sr."


Porque no todo va a ser visitar museos y monumentos, el viernes pasado salí con mi amiga Padma y algunos de sus amigos y compañeros, como en cualquier ciudad del mundo en la que, tras la jornada laboral, semanal (para los que la tienen de cinco días, cosa nada común en India y que la gente que nos juntamos esa tarde no disfrutaba) te reunes con una buena compañía anticipando pasar un buen rato. Rodeados de una clientela mixta de indios y extranjeros, nos tomamos unas Fosters de fabricación local bajo licencia en T.G.I. Fridays, aprovechando ese curioso y nunca suficientemente alabado invento de "la hora feliz", para exprimir al máximo nuestras rupias.


Pero la estrella de la noche era el sitio al que nos dirigimos a continuación (curiosamente coincidiendo con el final de "la hora feliz" en T.G.I. Fridays), de rimbombante y exclusivista nombre y que generaba imágenes de decadencia, y agudas frases llenas de ironía: "The Foreign Correspondents Club of South Asia" ("Club de Corresponsales Extranjeros del Sur de Asia"). Imaginaba que me encontraría con una tribu de calvos Malkovitchs, melenudos Redfords y Washingtons de ébano, sentados en butacas de piel, reliquias de la época colonial, bebiendo cerveza tras cerveza y diciendo en voz alta, de una forma curiosamente disipada y alcoholicamente cargada de emoción, todo lo que no podían publicar en sus respectivos periódicos. Efectivamente, la realidad no tenía nada que ver con lo anticipado y, salvo un par de excepciones, todos los admiradores de Kingfisher y Fosters que allí estaban, no habían llegado aún a la treintena y parecían lo que eran hasta hace poco, un grupo de chavales majetes recién graduados.

Eso sí, todos jugaban al ping pong casi tan mal como yo, y nadie mejoraba su estilo conforme avanzaba la noche o disminuían las cervezas en el bar. Acabamos tarde, bastante tarde para lo que yo estoy acostumbrado, pero me fuí de allí contento, tras unas buenas conversaciones con americanos, indios e ingleses por igual.


La noche
siguiente, para darnos un descanso (y no levantarnos con resaca a horas escandalosas el domingo), Padma, su madre y yo nos fuimos...¡al cine!. Sí, amiguitos y amiguitas del "Séptimo Arte", ya que estaba en la India, el país con la mayor producción cinematográfica del mundo ¿qué hay más propio que sentarse en una confortable butaca a disfrutar del último y exitoso producto de Bollywood, la aclamada "Om Shanti Om"?

Cualquier país tiene sus peculiaridades a la hora de ver una película. En Delhi, en los cines, como en las estaciones de Metro, la necesaria seguridad ha llevado a instalar detectores de metal a la entrada y realizar cacheos. Las mujeres, en una cola aparte, muestran el contenido de sus bolsos. Supongo que este tipo de medidas podrían inspirar a la SGAE algunas sugerencias al Gobierno, pero aquí no se hace pare evitar la piratería, sino las bombas en los cines. Ni se os ocurra acercaros con una mochila...

Hay distintas clases de butacas y nosotros hemos pagado la entrada que nos sienta en las más baratas, que resultan ser reclinables. No lo hacemos en cuanto entramos por dos razones, una es que hay que comprar palomitas y Pepsi (y nada de hamburguesas vegetarianas u otros productos locales) y la otra es que alguien se ha confundido de sitio y hasta que el acomodador aclara la situación, hay que levantar a toda la fila.

Antes de la película, los inevitables anuncios, y antes de estos, el certificado de que han pasado la correspondiente censura. Como en todos partes, la publicidad se hace interminable, pero como en todas partes eso permite a los retrasados llegar antes de que empiece la película. ¿Conocéis una marca de cassettes y CDs que se llama Dyc, como nuestro whisky?¿y una de paquetes de vacaciones que opera con el nombre de White Mischief? No os molestéis en abrir una nueva pestaña en el navegador y buscarlas en Google, porque no existen. O si que existen, pero no se ganan la vida con las vacaciones y la música. Son marcas de bebidas alcohólicas (White Mischief es un vodka) pero conforme a la ley india, está prohibida la publicidad de esos productos así que los fabricantes tienen anuncios en los que hay música, caras guapas, baile...pero no sale ni una botella. Ahora bien, como con lo que se queda la gente es con la repetición de un nombre que asocia a lo que aparece en el anuncio, esas cualidades se asocian al producto. Que todo el mundo sabe que se introduce en un vaso, y no en el reproductor de CDs del coche.

Y, por fin, empieza "Om Shanti Om". El "Brad Pitt" local, Shah Rukh Khan, y la guapísima "Inés Sastre" convertida en actriz de turno, Deepika Padukone, son los protagonistas de esta entretenida película que, en la primera parte, parodia las producciones cinematográficas indias de los 70 y 80 (que, por cierto, emiten frecuentemente en televisión) y en la segunda tiene un giro más moderno. Como no podía ser menos, tiene prácticamente una docena de números musicales, algunos de ellos bastante largos pero casi todos entretenidos. No os preocupéis, porque a mitad de la película hay un descanso, para que podáis reponer fuerzas, o tomaros una pausa de tanto baile. El argumento gira en torno al amor, su pérdida, la tragedia, la reencarnación (algo aparentemente bastante frecuente como parte de los argumentos por aquí) y, naturalmente, la venganza. No os cuento el final, por supuesto, ya que a lo mejor en una noche ebria buscáis el bittorrent adecuado o tecleáis el nombre de la película en el emule... Eso sí, por si no os lo habíais imaginado, la película que se proyecta en los cines está íntegramente en hindi y no tiene subtítulos en inglés, pero seguro que alguien la ha subtitulado ya y subido a Internet. ¿Otra ayudita? Pues aquí la página sobre ella en Wikipedia...donde sí se desvela el final, así que evitad leer el último párrafo.



Barra del bar en "The Foreign Correspondents Club of South Asia" ("Club de Corresponsales Extranjeros del Sur de Asia"), viernes casi a media noche, conversación de este hambriento periodista itinerante de "Él y ella on the trail" con un enturbatado camarero.

"¿Disculpe?"

"¿El Sr. desea alguna cosa?"

"Sí, el sandwich de atún que encargué hace 90 minutos..."

"Un momento, Sr. que ahora mismo lo compruebo... ¿Sr.? Parece ser que en la cocina se les ha acabado el pan."

"¿¿¿¿Y eso no me lo podían haber dicho hace hora y media????"




Nota: El Dios de la Tecnología, si existe una deidad similar en el Panteón de la mitología Helena, ha decidido reírse de mi durante el viaje. Ya sabéis que mi cámara se había estropeado (otra vez) en Mongolia, pero lo nuevo es que mi nada flamante portátil decidió hace unos días que no quería seguir viviendo y no iba a aceptar mas energía eléctrica. Para solucionarlo, lo lleve a una tienda en “Nehru Place” el mayor complejo de oficinas y pequeños negocios de Delhi. La visión de averiadas impresoras, monitores y CPUs alineados en pasillos y corredores de edificios o en la cercanía de bajos comerciales, peleándose unos con otros por el casi inexistente espacio para ser exhibidos con prioridad, era familiar: al norte de Kowloon, encontré el mismo afán por reciclar, reparar y dar nueva vida a viejos productos. Y dentro de unos días sabré cual es el veredicto del técnico sobre este portátil de segunda mano y unos cinco años de vida a sus espaldas, que me compré en agosto, por menos de 300 Eur,en un Hong Kong que se preparaba para recibir al F.C. Barcelona y a Pabuk.

La cámara, una fuente de dolores de cabeza desde Vietnam, tardará más. En el Samsung Service Center (¡por fin una ciudad con uno!) me han dicho que tienen que pedir la pieza, el Sensor CCD creo, ni mas ni menos que a Corea, con lo que la reparación podría tardar hasta 25 días, como máximo. La buena noticia, que la hay, es que la garantía lo cubre (pese a que el uso continuado durante nueve meses había borrado varios de los números de serie – ¿cómo se les ocurre ponerlos en el exterior? – y no tenía la factura original – pero si mi copia del pago con tarjeta de crédito de los 650 SGD de mi alma – y aparentemente no han descubierto que la cámara pasó por las manos de dos “reparadores” de pacotilla en Saigon y Beijing). Si bien tuve que discutirlo con la empleada que me atendió originalmente, la paciencia, la cara de extranjero serio y la buena voluntad hindú (nada que ver con la actitud china de negarse, por estar comprado fuera de China, a reparar el producto...salvo que pagara unos 900 RMB/90 Eur, claro) obraron el milagro.

El largo plazo para la reparación ha alterado mis planes. Nada de Delhi-Rajastan-Agra-Varanasi-Calcuta para desde alli volar a Rangoon. Ahora me ceñiré a la zona Norte/Noroeste de India, con excursión a Agra, por supuesto, y Delhi sera mi punto de partida y ciudad de despedida del país. “Flexibilidad” había apuntado yo, al principio de mi periplo asiático, como una característica vital en un viaje como el mio…

(Escrito por él desde Delhi, India, el Lunes, 19 de Noviembre de 2007)

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