Más profunda que el recuerdo de los paisajes, monumentos, colores y aromas que han impregnado nuestro viaje durante estos últimos diez meses “on the trail”, es la huella de otros pasos que nos acompañaron durante mágicos tramos del camino.
Conocí a Theo en una sala de espera, frente a la puerta de embarque del diminuto aeropuerto de Pokhara. En Nepal, hasta el más impaciente aprende a tomarse la vida con calma. Tu comida, por ejemplo, nunca llega a tu mesa con menos de 30 ó 40 minutos de espera (el record lo vivió mi amigo Vincent en Bhulbule: una hora y media, para un simple pedido de pan con queso). No es pues de extrañar que uno tenga tiempo de echarse amigos mientras espera su turno de embarque. En mi caso, el pequeñísimo aeroplano de propulsión a hélice, destinado a despegar a las seis y media de la mañana, no me llevó a Jomsom hasta pasadas las nueve.
Con más de tres horas de retraso, Theo y yo emprendimos juntos nuestra ruta por el Anapurna. Nuestro pequeño itinerario tenía como meta para el primer día Muktinath, una aldea agarrada a las rocas, a 3710 metros de altitud, pero no la alcanzaríamos hasta el día siguiente. Entre el retraso y un ritmo marcado por más pausas que pasos, nos vimos “obligados” a hacer noche a medio camino, en el encantador pueblecito de Kagbeni.
Nuestros caminos se separaron en Muktinath para volver a encontrarse tres días más tarde, de pura chiripa, en Tatopani. Así pues, terminamos juntos nuestra ruta, llegando hasta Beni para, desde ahí, volver a Pokhara.
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Durante esos cuatro días de camino compartido, disfrutamos de un rico intercambio de vivencias, anécdotas, impresiones, proyectos e ideas. De aquellas conversaciones, quisiera rescatar una historia para vosotros: la vuelta al mundo de Theo.
Theodor M. Schlaghecken nació hace 40 años en Kleve, un pueblo alemán, limítrofe con los Países Bajos. Hijo de granjeros, disfrutó de una infancia feliz y sana, creciendo en el campo. Junto con su hermano menor, ayudaba a sus padres en el negocio familiar, limpiando pocilgas y alimentando a los más de 500 cerdos que criaban en su granja. Un trabajo “sucio”, que no satisfacía el espíritu romántico de Theo.
Tras graduarse en empresariales, Theo se mudó a la gran ciudad. Atrás quedaron los cerdos, el tractor y el mono sucio de mierda y fango, sustituidos por clientes, coche de empresa e impecable traje diplomático. Durante diez años, trabajó para una consultora, en Frankfurt, resolviendo problemas de gestión, maximizando rendimientos y asesorando a sus clientes por el “módico” precio de 2000 euros al día.
Fueron diez años monocromáticos, en los que cualquier día se parecía al siguiente. Un monótono desfile de hombres trajeados, teléfonos móviles, portátiles, presentaciones en PowerPoint, hojas de cálculo, vuelos en clase “business” y hoteles de cuatro o más estrellas. Un trabajo “noble”, pero al fin y al cabo vacío.
Theo buscaba “algo más”, pero sin saber exactamente el qué. Tal vez fuese la crisis existencial de los 40, tal vez el vacío sentimental dejado por una ruptura reciente, tal vez su sed espiritual nunca debidamente saciada, lo que le impulsó a romper con todo.
En una página web sobre motociclismo, su única pasión y pasatiempo fuera del trabajo, leyó un artículo firmado por Joachim von Loeben. Joachim, un abogado alemán, empleado por una compañía de seguros, había dejado su trabajo en el año 2004 para recorrer África en moto, y estaba dispuesto a repetir la experiencia este año, superando su anterior proeza con una odisea motera… ¡alrededor del mundo! El artículo ofrecía un email de contacto. Theo se puso a escribir de inmediato, ofreciéndose como compañero de carretera para esa gran aventura. Así pues, un pequeño clic en el botón de envío marcó el principio de una nueva vida para Theo.
Theo y Joachim empezaron su viaje el pasado mes de junio, atravesando Europa en dirección a Oriente Medio. Su trayectoria les llevará por cuatro continentes, Europa, Asia, América y África, libres de ataduras y lastres occidentales durante dos años.
Dar la vuelta al mundo está de moda. Durante este viaje, José y yo nos hemos encontrado con muchas parejas y viajeros solitarios, poseedores de un “Round the World ticket”, un producto turístico muy popular en países de influencia anglosajona. Se trata de un paquete de billetes aéreos, válido durante un año, que ofrece la posibilidad de circunvalar el planeta por un precio asequible, calculado en función del número de millas o de escalas.
Mucho menos ordinaria es la vuelta al mundo de Theo. No sólo porque se propone hacerla en moto, sino sobre todo por su carácter humanitario. He aquí la propuesta original de Theo: dar la vuelta al mundo, regalando a su paso sonrisas, bienestar y alegría.
Un solo hombre difícilmente puede erradicar la miseria, el hambre y la enfermedad de la faz de la Tierra. Pero sí puede aportar su pequeño grano de arena para que otro hombre se sienta menos pobre, menos triste o menos solo.
En sus primeros seis meses de viaje, Theo y Joachim han apoyado seis proyectos sociales, contribuyendo a mejorar las condiciones de vida de muchos niños.
En Tiblissi (Georgia), visitaron una escuela para discapacitados, en la que gastaron 500 euros para la compra de juguetes y de una maleta especial, que sirve para estimar el grado de discapacidad motriz.
En Amán (Jordania), se acercaron a una escuela para niños huérfanos. Su director mencionó la necesidad de platos para la cantina. Compraron 400 platos de plástico, gracias a los cuales los niños pueden ahora disfrutar adecuadamente de sus comidas y cenas.
En Sanaa (Yemen), compraron material pedagógico por un valor de 1000 euros, para una escuela en la que huérfanos, niños abandonados o procedentes de familias sin recursos reciben acceso a una educación básica.
En Lhasa (Tibet), Theo puso su mente consultora al servicio de Sabriye Tenberken, diseñando un modelo de recaudación de fondos para su escuela para ciegos.
En Kerala (India), visitaron un orfanato en el que los niños dormían sobre esterillas en el suelo. Compraron 20 colchones, almohadas y colchas, dibujando amplias sonrisas en los rostros de estos niños.
En Katmandú (Nepal), gastaron 500 euros en la compra de 50 jerséis, 100 pares de calcetines y 50 botes de crema hidratante, para ayudar a los 43 niños de un orfanato a sobrellevar las inclemencias del invierno.
Vosotros también podéis aportar vuestro granito de arena. Os animo a que visitéis la página web de Theo y Joachim, www.triparoundtheworld.de, donde los kilómetros recorridos por estos dos moteros están a la venta. Por diez céntimos de euro podéis comprar un kilómetro y estar seguros de que vuestro dinero llegará a buen puerto, sirviendo enteramente a una buena causa.
Nota: Theo se encuentra actualmente en Pokhara, esperando piezas de repuesto para su moto desde hace un par de semanas. Mientras conducía por el Parque Nacional de Chitwán (Nepal) en dirección a Darjeeling (India), un adelantador temerario le obligó a lanzarse por la cuneta. A juzgar por sus últimas noticias, recibidas hace un par de días, se encuentra mejor y está dispuesto a reemprender su viaje muy pronto. Que Dios esté contigo, Theo.
(Escrito por ella desde Jaisalmer, India, 04/12/07)
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