Conocida también como Benarés y como “Kashi”, ciudad de la luz o iluminación, Varanasi debe su nombre a su demarcación hidrográfica. La ciudad, construida a orillas del Ganges, está enmarcada por sus dos afluentes: el río Varana, por su flanco norte, y el Asi, por el sur.
Varanasi es la ciudad sagrada de los hindúes. Se cuenta que en ella residió el mismísimo Shiva, con su mujer Parvati y su hijo Ganesha. Desde tiempos inmemoriales, la ciudad recibe diariamente centenares de peregrinos. Vienen aquí a purificar sus almas, a morir o a despedirse de sus seres amados.
A orillas del Ganges gruye un meollo de hombres, mujeres, niños y bestias, cada uno absorto e imperturbable en su propio quehacer. Lo sagrado y lo mundano, lo divino y lo profano, conviven aquí en lo que, a ojos occidentales, es una perpleja yuxtaposición, pero que para los autóctonos es harmonía natural y cotidiana.
Durante todo el día y toda la noche, arden los restos mortales de hombres y mujeres, divididos por casta y condición económica. Unas doscientas cremaciones tienen lugar diariamente en Varanasi, en sus dos enclaves funerarios. Los más pudientes son incinerados en el ghats principal, junto al templo dedicado a Shiva y Parvati. Sus cuerpos, transfigurados en ceniza tras haber quemado lentamente sobre un tálamo de leña, son arrojados al río, mientras sus almas ya han ascendido al cielo en una nube de humo e incienso. Los más pobres, son asados en camillas de fogón eléctrico, en el otro ghats funerario.
.
.
.
Otros, menos simpáticos y mucho más pegajosos, se dedican al timo organizado. Presa de la drogadicción, financian su vicio a costa de turistas desinformados. Te abordan con explicaciones interesantes e instructivas acerca de los ritos funerarios hinduistas.
.
Así aprendes que el hombre de cabeza rapada y cubierto con una especie de túnica o taparrabos blanco, que se encarga de prender fuego a la hoguera mortuoria y de rociar la boca del difunto con agua sagrada, es su hijo primogénito. Antes de proceder al rito de la cremación, deberá purificarse mediante abluciones en el río. También el cuerpo del difunto ha de ser lavado en el Ganges.
.
Aprendes que las mujeres no son despojadas de sus joyas antes de ser quemadas, de ahí que todos los días, al amanecer, se vean grupos de hombres y mujeres desfavorecidos, rastreando las cenizas para encontrar un pendiente, una pulsera o un amuleto de oro.
.
Aprendes también que morir en Varanasi es considerado una bendición, liberando al alma del ciclo de las reencarnaciones. De ahí que muchos enfermos vengan a terminar sus vidas aquí… y ahora es cuando empiezan a metértela doblada.
.
.
Por si esto no cuela, te meten el cuento número dos. Los pobres no tienen dinero para comprar madera con la que incinerar a sus muertos (verdad), por lo que tu donación será muy agradecida (verdad) y enteramente destinada al auxilio de estas pobres ánimas (mentira).
.
Como te hayas negado por segunda vez a aflojar el bolsillo, prueban con una tercera estrategia. A la vista está tu falta de fe y desprendimiento, prueba irrefutable de que tu karma está muy necesitado de una bendición. Ellos te conducirán benévolamente a casa de su “mama” que, a cambio de una contribución voluntaria y en la medida de lo posible generosa (que ya hemos convenido que los euros también valen), te concederá la precisada y benéfica bendición.
.
Como también pases de la bendición y les mandes a que se ocupen de su propio karma y te dejen en paz con el tuyo, ahí es donde las cosas pasan del claro al oscuro y empieza a brotar la tensión agresiva. Mientras tú te fraguas camino para alejarte del lugar en el que te tienen arrinconado, te lanzan enfurecidos vituperios y acusaciones. Que les des “SU” dinero, que ellos te han dado “SU” tiempo, que el tiempo es dinero y que a ti el dinero te sobra y que porqué no les das tu dinero que, de hecho, es ya “SU” dinero, etc.
.
Afortunadamente, los truhanes son minoría y muchos indios se acercan a ti para protegerte y avisarte sobre tales patrañas y timos.
.
(Escrito por ella desde Chiang Mai, Tailandia, 26/12/07)
No hay comentarios:
Publicar un comentario