04 diciembre, 2007

Adiós con el corazón

Flexibilidad y capacidad de adaptación sirven para un viaje de un año por Asia y Oceanía y para la vida en común o en solitario. Durante diez meses habéis asistido al descubrimiento de dos continentes por parte de esta pareja (de Castellón ella, de Avilés él) y con Isabel y José viajasteis por la jungla malaya de Taman Negara, al fondo del mar en la paradisiaca isla de Li Peh, acariciasteis tigres en Kanchanaburi, os estremecisteis de horror en los campos de la muerte de Camboya, disparasteis un Kalashnikov a las afueras de Saigón, volvisteis a celebrar el año nuevo bailando abrazados en Luang Prabang, comprobasteis que la Ópera de Sídney y su bahía son tan bonitas como en las fotos, os lanzasteis en paracaídas sobre Nueva Zelanda, disteis de comer a canguros y wallabies en la Isla de Tasmania, recorristeis el desierto en autocaravana para ver el sol del amanecer teñir de rojo la sagrada Ayers Rock en medio del desierto, os encerrasteis en una habitación de hotel mientras un tifón azotaba Hong Kong, un policía chino os tapó con su mano el objetivo de la cámara en la mancillada Plaza de Tiananmén, recorristeis esforzadamente el Circuito del Anapurna y llegasteis a la misteriosa, mística, majestuosa, India.

Y en ese increíble caos que es un país en el que las vacas tienen preferencia de paso sobre cualquier vehículo, trenes incluidos, es cuando los caminos de los dos viajeros se separan. Definitivamente. Esta vez no se trata de una diferencia de opinión sobre la ruta a seguir. Tampoco de un desvío para poder ver a unos amigos que viajan desde Europa. A menos de dos meses para terminar el viaje, pues el día diecinueve volamos desde la ex colonial Singapur a la ex metrópolis Londres (yo llegaré a mi Avilés natal dando un intencionado rodeo para visitar a amigos en Dublín y Madrid, ella pasará por Valencia - qué remedio - para ir a Castellón), hemos decidido que sólo un par de días más verán nuestros pies siguiendo el mismo camino.

En mi caso, desde India volaré fugazmente a Bangkok, ese gigantesco nudo aeroportuario que conecta a medio mundo con Asia, para, menos de veinticuatro horas después, coger otro avión con destino a un país casi completamente aislado de las influencias, especialmente democráticas, del mundo exterior. Como si de una Albania en 1980 se tratara, o de una más dura (si tal caso es posible) Cuba, en ese país Occidente y Maldad son sinónimos, pero con la habitual hipocresía del Comunismo cuando llega al poder, los sucios dólares y los pragmáticos euros de los turistas son siempre más que bienvenidos. Os mantendré informados antes de cruzar la frontera y cuando vuelva a Tailandia, pues el acceso a Internet y a páginas tan peligrosas como Hotmail o Google es ilegal en el país. Y, aunque imagino que ya lo habréis adivinado, os diré su nombre sólo después de una llamada telefónica a mi madre, para tranquilizarla, que ya sabéis todos como se pone una madre cuando uno no avisa de que llegará tarde a cenar o que se va a una ciudad en la que el Ejército dispara y mata a manifestantes pacíficos.

En el caso de Isabel, ella continuará por India, pasando otra vez (pero con más tiempo ahora) por la crucial y definitiva Varanasi, un símbolo de tantas cosas, y llegando tan al Sur como Kerala. Y después, la alegría de encontrarse con sus padres y, durante un mes, llevarles en un vertiginoso recorrido para mostrarles los mejores rincones que nosotros descubrimos durante nuestro viaje. Estoy seguro de que la tranquilidad de Luan Prabang y el relax de Koh Li Peh, serán de su agrado.

No es éste el final de nuestra aventura, no dejamos de ver cosas nuevas, de visitar templos y junglas por primera vez y de intentar, casi siempre con vergonzoso retraso, compartirlas con El Mundo, esa entelequia que es algo más que una I.P. en las estadísticas de SiteMeter. Vosotros sois de carne y hueso y por eso entenderéis que nosotros también lo seamos. Tal vez nada cambie, porque seguiremos publicando relatos de la gente a la que hemos conocido y los sitios en los que hemos estado. Tal vez, sólo notéis que desaparecen las referencias que uno hace del otro y que los textos, ejem, no llegan al blog con la premura que lo hicieron en otros tiempos.

Tal vez no notéis nada, porque todo seguirá "casi" igual que antes.

Desde la ventana veo un milenario fuerte, en el interior de mi habitación duerme profundamente una bella mujer.

Un saludo desde Jaisalmer, Rajastán, India.


(Escrito por él desde Jaisalmer, India, el sábado 1 de Diciembre de 2007)

2 comentarios:

Daeddalus dijo...

Juntos o por separado, vosotros habéis hecho buenos aquellos versos de Kavafis mostrándonos el camino. Más de un lector, entre los que me incluyo, os estará eternamente agradecido.

Espero que en tu regreso a Asturias sea posible escuchar alguna de tus aventuras en persona, incluyendo en el encuentro a ése de vida tan complicada que hace siglos que no veo.

avistu dijo...

Dicen que nadie aprende en cabeza ajena, pero me gustaría pensar que hay gente que viaja en los pies de otros, aunque eso no sea un válido sustituto de calzarnos nuestros propios zapatos. Los textos de mis viajes, no quiero aventurarme a opinar sobre las intenciones de otra persona, por lo que esta opinión es egocentricamente mía, eran y son un diario en voz alta, reflexiones subjetivas de un ciudadano del primer mundo que recorre el segundo o tercero, compartiendo fugaces experiencias con sus habitantes. He intentado, y sigo intentando (y seguro que fracasando) contar realidades cotidianas, alejadas del monetario artificio de quienes viajan en Business y no se alejan en hoteles de menos de cinco soles. A veces acierto, a veces me equivoco, pero ¿sabes qué?, desde el primer al último día, lo sigo intentando. Y creo que merece la pena.

Y sí, tienes razón, Ella escribe mucho mejor que Él, pero Él ya lo sabe desde hace tiempo...

José
Jodhpur, Rajastán, India

PS: Sin que el Diablo se empeñe demasiado, Princesas (Vampiras), Perros (Irlandeses) y Paisanos (Muncovitas) compartirán sidra asturiana, ron dominicano, café irlandés o cerveza belga dentro de, si Dios no lo remedia, un par de meses. Y será, como siempre, un placer.