12 julio, 2007

Al revés

Gafas de sol. Bikinis. Gorras. Protección solar. Bañadores. Toallas de playa. Sandalias. Colchonetas hinchables. Casi a mediados de Junio y eso es lo que se compra normalmente la gente por estas fechas. Unos guantes para la nieve y un gorro (“beenie”) térmico para el frio. Eso es lo que me compro yo (e Isa acapara jerséis y cazadoras). Si estamos en las antípodas, es lógico y normal que aquí se hagan las cosas al revés que en Europa. Porque a las cinco de la tarde llueve y hay 6 grados centígrados de temperatura en Picton, Malborough Sounds (¿fiordos?), el pueblo de la Isla Sur donde atraca el ferri de Interislander procedente de Wellington, en la Isla Norte. Y que ferri (acostumbrado a escribir esta palabra en inglés, “ferry”, más de una vez se me va a colar la “y” a lo largo de mis textos; además, ¡no me acostumbro a esa “i latina” al final!). Dos niveles para pasajeros, dos salas VIP, una tienda de regalos y prensa, una sala de máquinas (bueno, dos, la normal para el desplazamiento del barco…y una para que los pasajeros se entretengan con máquinas recreativas), una zona infantil, un restaurante-cafetería, un bar, una zona de trabajo en la que poder enchufar el portátil (y, más adelante, conectarlo a Internet), un buzón de correos…zonas de observación en cubierta, al aire libre y bajo techo, para los días con mal tiempo.


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Como este domingo, que nos ha pasado como en nuestro tour a Halong Bay, en Vietnam: tendremos que ver fotos de revistas para descubrir por donde habíamos pasado. En un viaje tan largo y por geografías tan variadas como el nuestro, nunca se puede ir a todas partes en las condiciones ideales. O, dicho de otro modo, habrá veces en que estaremos en el paisaje acertado con el tiempo equivocado. En nuestro trayecto en barco, fue la lluvia, el viento y los cielos nublados los culpables de que no disfrutáramos al cien por cien lo que, de haberlo hecho en verano, hubiera sido casi una hora (de las tres de duración del viaje) pasando por entre los recovecos de los Malborough Sounds, una preciosa zona de fiordos en la que la costa no es recta sino que, al igual que el muelle de un acordeón, una sucesión de entrantes y salientes la ha poblado de preciosas bahías y pequeñas calas.

En Picton no pensábamos demorarnos mucho, solo hacer compras por la tarde y alquilar un coche para recorrer la Isla Sur. El ferri no llegaba hasta las 13.35 (por cierto, la entrega y recogida del equipaje facturado fue como en un aeropuerto, con resguardos y cinta transportadora y todo, ¡que modernos ellos….y que de pueblo debo parecer yo cuando destaco estas cosas!), y nosotros no acabamos de instalarnos en el “Hostel” hasta las dos…y a las cinco cierra todo y se echa la noche encima. Tiempo para pasear bajo el orvallo en el puerto, hurgar encantados en una tienda de artículos de segunda mano y antigüedades (si no fuera por el peso, el bulto, y lo que me queda aún de viaje, me hubiera llevado un par de preciosas cámaras antiguas y una botella de cerámica que hace varias décadas contuvo whisky; Isa, menos escrupulosa, se llevó un detalle que ya os contará ella), picar algo (el café y los nuggets del ferri dejaron con razón a mi delgada acompañante con hambre) en un “fish and chips” como los de antaño en Irlanda y darle un meneo a la American Express en el Supervalue local donde nos aprovisionamos de comida para un par de días, así como de mi par de guantes y un gorro cada uno.

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Una noche de descanso y esta mañana nos decantábamos por un azul (mi color), pequeño (facilidad de aparcamiento para la conductora) y automático (novedad para ambos) Suzuki Swift, como el cuarto integrante (nosotros dos más Fede somos los tres restantes) de esta expedición por Nueva Zelanda. Y gracias a él y a la libertad de desplazamiento que nos otorga, en el trayecto de hoy entre Picton y Nelson, lo que más se ha oído en el habitáculo han sido los “¡oh!” y “¡ah!” que, sin connotaciones sexuales, proferíamos Isa y yo:


“Suspension bridge” (puente colgante) que nos encontramos en la zona de Pelorus mientras recorríamos un sendero por el bosque.



a) Entre Linkwater y Te Mahia, al recorrer una preciosa carretera costera, con el mar a un lado y las escarpadas montañas pobladas de bosques al otro.


b) En Havelock, cuando desde el mirador a las afueras se puede apreciar este pueblo y su pequeño puerto, a la entrada del Pelorus Sound.

c) En Pelorus Bridge, un idílico puente sobre un rio de montaña entre densos bosques con helechos que parecían haberse congelado en el tiempo, desde un remoto pasado en que los dinosaurios poblaban la Tierra.

d) Entre Rai Valley y Nelson, cuando la carretera nos ha dejado boquiabiertos al presentar a la salida de cada curva colores otoñales que convivían con los verdes oscuros en frondosos macizos donde los altos pinos se disputaban unos a otros el cotizado espacio.

e) A la entrada de Nelson, cuando tuvimos que detenernos a fotografiar (sin que el resultado haga otra cosa que palidecer ante la realidad que observamos) lo que era un auténtico y perfecto cielo al atardecer, con sus colores en un degradado sublime hasta acabar rozando el azul del agua de la Tasman Bay.




Nota: Alojamiento en Picton en Atlantis Backpackers, haciendo caso a Lonely Planet (una bonita y grande habitación doble por 50 AUD con desayuno gratis) y alquiler del Suzuki Swift en Thrifty por 29 + 6 AUD (insurance waiver) al dia durante diez días. Alojamiento en el Tasman Bay Backpackers en Nelson, habitación (preciosa) doble por 58 AUD con desayuno gratis (y película, “Babel”, con palomitas a las ocho de la tarde)

(Escrito por él desde Nelson, Nueva Zelanda, aprovechando que Isa ha dejado momentáneamente descuidado a Fede, el lunes 11 de Junio de 2007)

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