Isa ha contado ya, mas o menos, lo que hemos recorrido de Vietnam así que yo, intentando no irme demasiado por las ramas, sólo hablaré un poco de las principales cosas que me han llamado la atención sin la ambición de dar un detallado recuento de nuestra ruta – ¡ni de extenderme demasiado dando clases de Historia y Política!.
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Ho Chi Minh City
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Cuando los comunistas tomaron la urbe y posteriormente el resto de Vietnam del Sur, una de las cosas que hicieron fue cambiarle el nombre en homenaje a su máxima figura política, el anciano Ho Chi Minh, fallecido de muerte natural en 1969 (otra fue detener y arrastrar a miles de sus habitantes, principalmente maestros – es curioso, sufren siempre bajo cualquier cambio de régimen – religiosos, intelectuales, empresarios, a campos de trabajos forzados). Bien poco tardaron sus habitantes en diferenciar con quien podían conversar sobre Saigón y con quien tenían que usar el nuevo nombre impuesto a su ciudad. Hoy en día conviven ambos nombres para beneficio de los turistas que encuentran más corto y sencillo el original que cualquiera de las dos variantes del segundo, HCMC u Ho Chi Minh City.
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El que más me asustó fue precisamente uno sin mayores consecuencias, en el que dos ciclomotores que circulaban perpendicularmente el uno respecto al otro no se pusieron de acuerdo sobre quien tenía la preferencia y acabaron ambos en el suelo…a media docena de metros de donde yo cruzaba, con la máxima precaución, la calle.
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Túneles y Templos
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Desde Saigón se pueden hacer excursiones más al Sur, al precioso Delta del Mekong, que nosotros no hicimos por falta de tiempo pero que, a juzgar por los positivos comentarios de otros viajeros, hubiera merecido la pena. Lo que si hicimos fue un Tour de un día a un Templo Caodista y a los túneles de Cu Chi.
Los caodistas son una secta curiosa que ha conseguido sobrevivir en el competitivo mundo de las religiones organizadas gracias al original concepto de no imponer sus ideas sobre las otras, sino que las asimilan y las incorporan a sus preceptos, dando cabida a teorías budistas, cristianas, musulmanas. Ante tal batiburrillo, al observador no experto le parece que se les podría aplicar ese viejo dicho castellano de “Quien mucho abarca, poco aprieta”. Lo más llamativo de la ceremonia, cuyo principio pudimos presenciar, fue cuando los fieles entran, en una formación casi militar, en el templo y al sonido de la música, se sientan y se inclinan repetidas veces siguiendo una cadencia que obedece a la melodía, según unos cánones que desconozco. En los terrenos de los caodistas hay también escuelas, alojamientos, comedores y otros edificios de uso múltiple aunque la mayoría de sus bienes inmuebles fueron confiscados por los comunistas en 1975.
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Por la tarde nos llevaron a una extensa zona al Norte de Saigón conocida durante la Guerra de Vietnam (que aquí se llama “Guerra Americana”) como el “Triángulo de Hierro”. Allí, tan cerca de la capital, las guerrillas del Viet Cong operaban impunemente pese a que tanto el Ejército de Vietnam del Sur (ARVN) como el de los Estados Unidos no dudaban en descargar su tremenda potencia de fuego (aviones, artillería, carros de combate) ante cualquier movimiento sospechoso.
Bajo las narices de una de las más grandes bases militares de EEUU, los guerrilleros construyeron una serie de kilométricos túneles que incluían hospitales, aulas y talleres, dónde estaban a salvo de los ataque aéreos y terrestres a los que no eran inmunes y que enlazaban con otros túneles que eran parte de la Ruta Ho Chi Minh (una serie de senderos en la jungla, caminos y carreteras que permitían que llegaran armas, suministros y tropas regulares desde Vietnam del Norte, atravesando territorio no solo vietnamita sino también de Laos y Camboya, países que fueron así involucrados en la guerra por los comunistas). Para dificultar los movimientos de las tropas del gobierno y sus aliados sobre sus cabezas, el Viet Cong improvisaba elaboradas y crueles trampas, desde la más sencilla de un simple hoyo en cuyo fondo se habían clavado afiladas estacas de bambú impregnadas en excremento (para infectar y gangrenar la herida si se sobrevivía al empalamiento) a algunas más complejas como las que se ponían detrás de una puerta y, al abrir esta, desde el techo bajaba pendularmente una plataforma erizada de pinchos que golpeaba el pecho y los genitales del infortunado soldado.
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Hay fotos, repetidas hasta la saciedad, sobre la conocida masacre de My Lai, donde tropas americanas mataron a los habitantes de una aldea. Pero no hay fotos, por ejemplo, sobre los más de 3000 vietnamitas encontrados en fosas comunes en Hué, cuando los americanos liberaron la ciudad que había estado durante 52 días bajo dominio de las guerrillas del Viet Cong y las tropas de Vietnam del Norte en 1968. Esas victimas tenían todos su nombre en unas listas elaboradas semanas y meses antes y en las que figuraban los enemigos de los comunistas: maestros, políticos locales, hombres de negocios, comerciantes, doctores, ingenieros…
Aunque la mentira y la propaganda están presentes por toda la instalación (y de manera más sutil, asociando comunismo a paz y gobierno comunista al respetado Ho Chi Minh, por todas las carrteras y pueblos de Vietnam), también es posible encontrar apartados interesantes, tanto para los aficionados a la Historia y la Militaria como al turista ocasional. Por ejemplo, en una exhibición se observa como el Viet Cong aprovechaba las municiones enemigas que no habían detonado para construir plantas caseras. En otra, como disimulaban el humo que se producía en el subsuelo al cocinar y que, mediante un ingenioso sistema de túneles de ventilación lo iban disipando en distintos puntos hasta que al salir a la superficie no sólo era imposible averiguar de donde procedía sino que era apenas visible.
El visitante también puede revivir la experiencia de un guerrillero vietnamita dentro de un túnel, y a tal fin se ha acondicionado un tramo de unos 20 metros que hemos de recorrer a gatas o en cuclillas. El túnel real sólo hubiera permito el desplazamiento tumbados y arrastrándonos, el pan de cada día para esos combatientes (y para algunos soldados norteamericanos, los llamados “ratas de túnel”, pertenecientes a una unidad de élite cuya misión era combatir al Viet Cong en estos oscuros, húmedos y agobiantes reductos, como no, infestados de trampas).
(la luz es del flash de la cámara de Isa puesto que, obviamente, no hay ningún tipo de iluminación)
Si uno no está en el Ejército, es prácticamente imposible tener esta experiencia en Occidente.
Transporte y cultura callejeros
Dos cosas que os chocaran cuando lleguéis a Vietnam son dos oficios muy particulares aunque suenan conocidos, el vendedor ambulante de libros y el taxista.
Los taxistas en Vietnam son fáciles de reconocer, cualquier persona puede serlo. Los más obvios están dentro o apoyados en coches blancos con un cartel de “Taxi” o de “Taxi Meter” en el techo (luego es común que el taxímetro no funcione y lo que haces es, como siempre, acordar el precio de antemano). Después están los conductores de “cyclo” esa especie de bicicleta taxi en la que los turistas se sientan delante y detrás, algo más elevada, el sufridor que pedalea. Pero también, como en Camboya, están los moto taxistas. Es difícil de imaginar que en Oviedo o Madrid te hagas tramos urbanos (y menos urbanos) de paquete en un ciclomotor, yendo muchas veces dos personas (aunque hemos visto a familias enteras apretujadas entre la rueda trasera y el manillar). Aquí es más corriente y, salvo que lleves enormes mochilas o seas un turista de avanzada edad o VIP, no es habitual ir en taxi. Y no les busques, porque ellos son los primeros que se encargan de dirigirte a ti con un “¿taxi?” y llega un momento en que ves a la gente sentada en sus ciclomotores y ya no estás seguro de quien sólo tiene una moto y de quien te puede llevar, por una módica cantidad, a recorrer los principales puntos de la ciudad.
Nota: Ha noi, Sai gon…Viet Nam, son nombres que nosotros escribimos y pronunciamos juntos pero que los vietnamitas escriben y pronuncian separados y a lo largo de mis textos encontrareis indistintamente de una u otra manera. En vietnamita la entonación de una palabra, y eso afecta a lo anterior, decide el significado de la misma. Por poner un ejemplo, España es algo así como “Tay Ban Nha” pero si la pronuncias con la entonación errónea o con una pausa demasiado larga, lo que estás diciendo es “extranjero vende una propiedad”. Por cierto, fue un religioso occidental el primero que buscó (y encontró) la manera de poner por escrito en alfabeto latino o similar lo que parecía tan misterioso como el mandarín y a él le debemos que sea más sencillo de entender que el camboyano, laosiano o tailandés.
(Recopilado por él en Luang Prabang, Laos, el 11 de abril de 2007 a partir de distintos textos escritos en Saigón, Kon Tum, Hoi An y Hue por él entre el 5 y el 21 de marzo de 2007)
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