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Como habíamos acordado con ellos, Peter y Xuan, nuestros Easy Riders, nos dejaron en Hoi An cinco rápidos días después de recogernos a la puerta de nuestro hotel no sin que antes hubiéramos dejado nuestras convencidas y animadas palabras en sus respectivos diarios. Después de tantos kilómetros recorridos juntos, un abrazo ocultó la tristeza que sentía al verlos partir de vuelta a Dalat.
Hilando espero
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Hoi An es una ciudad conocida por la calidad y rapidez con que sus sastres trabajan la tela, cualquier tela, ya sea vaquera, satén, pana, o seda. Uno llega a la tienda (de las que hay un centenar), elige el tejido, mira las revistas de moda para indicar el estilo, explica los detalles, regatea el precio, le toman la medida y le dan hora para que al día siguiente vuelva y se encuentre con la prenda hecha y lista. Te la pruebas y aún estás a tiempo de corregir algunos aspectos si así lo deseas. Por el precio de un traje de tu talla en El Corte Inglés, aquí tienes cuatro hechos con tus medidas.
No íbamos a ser menos que los demás así que Isabel sucumbió a un irresistible impulso femenino y se compró chaquetas, blusas, abrigos, faldas y pantalones. Mirando las revistas y apreciando el tacto de los distintos géneros repetía incansable “Esto me vendría estupendo para un training…con esto no paso frío en Irlanda…esto es muy elegante”. Yo, que hace años que en mi trabajo no se me exige ir vestido como si fuera a una boda, fui más práctico y me limité a unos vaqueros y un par de prácticos pantalones que me estoy poniendo durante el viaje (y que, para ser sinceros, no se si llegaran a aguantar hasta volver a Europa).
Aparte de las sastrerías, Hoi An es una ciudad plácida que se recorre fácilmente caminando y resultó ser menos bonita de lo que esperaba con la excepción de la calle antes y después del Puente cubierto japonés y algunas casas junto al río. De todos modos, es otro de esos sitios que cuando los buscas figuran en el mapa con el seudónimo de “ven para no hacer nada”.
Hue
El autobús turístico nos llevó rápidamente a Hue, la ciudad imperial, donde pensábamos quedarnos sólo dos o tres días y acabamos estando casi una semana. ¿Por su belleza? ¿Por sus vistas? ¿Por sus mercados? No, por la lluvia. Continua y molesta, fue constante desde el segundo día hasta el final. El cielo cubierto y la capa intermitente que se precipitaba al suelo desde las alturas no dejaban lugar no ya a hacer buenas fotos sino solamente a visitar con calma y apreciación cualquier monumento.
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La otra atracción de Hue es su ciudadela imperial, pero ahí no tuvimos tanta suerte y la vimos bajo la lluvia. Guerras hace siglos y otras hace décadas, han arrasado la mayor parte de sus edificios y lo que hoy queda en pie en esa casi desolada extensión es sólo un pálido reflejo de lo que en su día fue una gran y bella ciudad de templos y palacios.
Si al tiempo añadimos además que los apagones eran diarios y prolongados, comprenderéis que no derroche entusiasmo a la hora de hablar de Hue.
(Subido desde Chiang Mai, Tailandia. Recopilado por él en Luang Prabang, Laos, el 17 de abril de 2007 a partir de distintos textos escritos en Saigón, Kon Tum, Hoi An y Hue por él entre el 21 de marzo y el 5 de abril de 2007)
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