Para llegar hasta la Gran Muralla, la diversidad de ofertas es amplia. Está bien comparar precios, pero no os lancéis a por el tour más barato. De 170 yuanes para abajo, podéis empezar a sospechar que hay gato encerrado. Algunos turistas me comentaron que su tour incluía varias paradas en establecimientos comerciales para la compra de jade, joyas, artesanía, productos medicinales, etc. No recomendable. El precio “normal” de una excursión, incluido el precio de las entradas, debería de rondar los 250 yuanes.
Uno de los tours más concurridos es el que lleva a la sección de Badaling, donde por lo visto se consiguen las panorámicas más serpenteantes de la muralla. Eso sí, no os esperéis a estar solos. El tramo de Badaling probablemente sea el más frecuentado de la muralla, no sólo por las hordas de turistas, sino también por los vendedores de refrescos, comida, postales, camisetas y demás suvenires. Sin embargo, la opción puede ser interesante en invierno, cuando Beijing recibe menos visitantes y la muralla se viste de un manto de nieve.
Otro tour muy popular es el que ofrece la posibilidad de hacer senderismo desde Jinshanling hasta Simatai, una caminata de aproximadamente cuatro horas. Junior, que se pegó la paliza, os lo podrá contar con lujo de detalles.
También es posible ir a la muralla por cuenta propia. No os saldrá mucho más barato (incluso puede que os salga más caro que el tour: yo fui en la agradable compañía de una parejita de franceses que conocí en el hostal y, dividiendo los gastos entre tres, la excursión me costó 266 yuanes, todo incluido), pero ganaréis en cuanto a libertad, sensación de aventura y personalización de la experiencia.
....................................................................................................................................Timothée y Marie Victoire
Para llegar hasta allí, fuimos en metro a la estación de autobuses Dongzhimén y allí cogimos el autobús que llevaba a Chengdé (ya no recuerdo el número del autobús), indicando al conductor que queríamos apearnos en Simatai. Llegados a nuestra parada, nos esperaba allí una furgoneta para llevarnos a la muralla (ahí fue donde se encareció nuestra pequeña aventura, pues pagamos 70 yuanes por cabeza sin negociar: fallo de novatos).
La señora conductora (que, por cierto, estaba hecha una “Fitipaldi” del adelantamiento temerario) nos dijo repetidamente: “no sleepo, no sleepo” (los chinos no consiguen pronunciar las palabras que se terminan en consonante oclusiva, así que dicen “sleepo” para dormir y “cheapo” para barato, me hacen un montón de gracia), indicándonos que estaba prohibido acampar en la muralla. Nosotros venga a decirle que no, que no pensábamos pasar la noche en la muralla, y ella venga a reiterar que “no sleepo”. No sé qué le haría sospechar que íbamos con intención de dormir en la muralla. Tal vez fuesen los sacos de dormir, tal vez la esterilla que Timothée llevaba atada a su mochila, o puede que nos delatase nuestra llegada a la hora de cierre (sí, otro fallo de pardillos, y es que salimos de Beijing después de comer, tras habernos pasado la mañana calibrando las probabilidades de un chaparrón sobre la muralla).
Eso sí, a las seis de la mañana, ya estábamos en pie de guerra, ¡llegamos a la entrada incluso antes que los taquilleros! Afortunadamente, el guardián nos dejó pasar a cambio de 40 yuanes por cabeza (el precio estándar de la entrada, sin soborno ni prevaricación).
Los vendedores y grupos de turistas no aparecieron hasta las diez de la mañana, así que tuvimos la muralla para nosotros solos durante cosa de cuatro horas. De haber tenido un cielo despejado y un amanecer de postal, hubiese sido el colmo de la suerte. Por supuesto, eso sólo les pasa a los fotógrafos del “National Geographic”. Nosotros tuvimos una niebla tan espesa que la muralla se perdía en ella a menos de cien metros de distancia. Lástima de fotos, pero podría haber sido peor. Gracias a Dios que no se nos puso a llover, que entonces seguro que nos hubiésemos descalabrado en una de esas bajadas súper deslizantes y escarpadas.
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Otra posibilidad atractiva, probablemente la más económica, consiste en llegar a la muralla por Huanghuá (traducido como la “fortaleza de la flor amarilla”). Este tramo no restaurado de la muralla, se encuentra a tan sólo 60 kilómetros al norte de Beijing. El autobús (número 961) sale de la misma estación de Dongzhimén y, por 8 yuanes, os dejará cerca de la muralla en un par de horas (de acuerdo con la información del Lonely Planet). El último autobús de vuelta a Beijing sale de Huanghuá a las 2:30 de la tarde, con lo que os conviene, por si acaso, ir bien equipados de agua, comida y saco de dormir (ojo, porque el gobierno está empezando a poner controles contra la libre acampada, así que puede que os salga al encuentro un oficial con reluctancias a vuestro derecho de “sleepo”).
Con la debida autorización oficial, nada os impide pasar unos cuantos días y noches en la muralla. Me sé de dos que llevan ya tres años en ella, recorriéndola de punta a punta (total, unos 3000 kilómetros de nada). Podéis echarle un vistazo a su página web.
Nota: por cierto, eso de que la Gran Muralla China se puede observar desde el espacio, sin material telescópico, es un gran mito propagandístico. Fue desmentido por Yang Liwei, el primer astronauta chino, en el año 2003 (el Juni, que no es astronauta, pero que se pasa la vida en la luna, también os lo podrá confirmar).
(Escrito por ella desde Wuhan, provincia de Hubei, China, 30/09/07)
1 comentario:
¿Y qué hay de eso que dicen de que en la muralla misma están enterrados y tabicados los cuerpos de los trabajadores que fueron muriendo a lo largo de su construcción?
¿Habéis escuchado algo allí?
Enhorabuena por vuestras envidiables aventuras.
Mi blog: Ecoturismo
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