02 octubre, 2007

La Gran Muralla

Beijing puede visitarse, o por lo menos sus principales atracciones, en cuatro o cinco días. Vueltecilla por la inmensa plaza de Tiananmén (veinte minutos a paso marcial), seguido por una visita guiada al Palacio Imperial de la Ciudad Prohibida (un par de horas); visitas al Templo del Cielo (una hora para pasear por el parque), al Templo del Lama (media hora, más el tiempo de llegar hasta allí en metro) y al Palacio del Verano (un día completo y cuidadito con llegar a media tarde, que el parque es grande y el palacio cierra sus puertas a las cinco); un par de cervezas en la terracita de un café a orillas del lago Beihai, preferentemente de noche (tiempo ilimitado).

Facultativa, la visita al Mausoleo de Mao (cuando yo fui estaba cerrado por obras, pero hubiese pasado de todos modos). Obligatoria, la excursión a la Gran Muralla (uno o dos días, según cómo os planteéis la visita).
.

Para llegar hasta la Gran Muralla, la diversidad de ofertas es amplia. Está bien comparar precios, pero no os lancéis a por el tour más barato. De 170 yuanes para abajo, podéis empezar a sospechar que hay gato encerrado. Algunos turistas me comentaron que su tour incluía varias paradas en establecimientos comerciales para la compra de jade, joyas, artesanía, productos medicinales, etc. No recomendable. El precio “normal” de una excursión, incluido el precio de las entradas, debería de rondar los 250 yuanes.

Uno de los tours más concurridos es el que lleva a la sección de Badaling, donde por lo visto se consiguen las panorámicas más serpenteantes de la muralla. Eso sí, no os esperéis a estar solos. El tramo de Badaling probablemente sea el más frecuentado de la muralla, no sólo por las hordas de turistas, sino también por los vendedores de refrescos, comida, postales, camisetas y demás suvenires. Sin embargo, la opción puede ser interesante en invierno, cuando Beijing recibe menos visitantes y la muralla se viste de un manto de nieve.

Otro tour muy popular es el que ofrece la posibilidad de hacer senderismo desde Jinshanling hasta Simatai, una caminata de aproximadamente cuatro horas. Junior, que se pegó la paliza, os lo podrá contar con lujo de detalles.

También es posible ir a la muralla por cuenta propia. No os saldrá mucho más barato (incluso puede que os salga más caro que el tour: yo fui en la agradable compañía de una parejita de franceses que conocí en el hostal y, dividiendo los gastos entre tres, la excursión me costó 266 yuanes, todo incluido), pero ganaréis en cuanto a libertad, sensación de aventura y personalización de la experiencia.

....................................................................................................................................Timothée y Marie Victoire

Para llegar hasta allí, fuimos en metro a la estación de autobuses Dongzhimén y allí cogimos el autobús que llevaba a Chengdé (ya no recuerdo el número del autobús), indicando al conductor que queríamos apearnos en Simatai. Llegados a nuestra parada, nos esperaba allí una furgoneta para llevarnos a la muralla (ahí fue donde se encareció nuestra pequeña aventura, pues pagamos 70 yuanes por cabeza sin negociar: fallo de novatos).

La señora conductora (que, por cierto, estaba hecha una “Fitipaldi” del adelantamiento temerario) nos dijo repetidamente: “no sleepo, no sleepo” (los chinos no consiguen pronunciar las palabras que se terminan en consonante oclusiva, así que dicen “sleepo” para dormir y “cheapo” para barato, me hacen un montón de gracia), indicándonos que estaba prohibido acampar en la muralla. Nosotros venga a decirle que no, que no pensábamos pasar la noche en la muralla, y ella venga a reiterar que “no sleepo”. No sé qué le haría sospechar que íbamos con intención de dormir en la muralla. Tal vez fuesen los sacos de dormir, tal vez la esterilla que Timothée llevaba atada a su mochila, o puede que nos delatase nuestra llegada a la hora de cierre (sí, otro fallo de pardillos, y es que salimos de Beijing después de comer, tras habernos pasado la mañana calibrando las probabilidades de un chaparrón sobre la muralla).


Efectivamente, íbamos con intención de pasar la noche de centinelas en una de las torres de guardia (conste que estábamos dispuestos a hacerlo desinteresadamente, por el bien de nuestros amigos de la República Popular China, que nunca son demasiadas las precauciones contra los temibles mongoles y la penetración de sus peligrosas ideas democráticas), pero al final tuvimos que conformarnos con hacer “sleepo” en un acogedor hostalito familiar, a pocos metros de la entrada.

Eso sí, a las seis de la mañana, ya estábamos en pie de guerra, ¡llegamos a la entrada incluso antes que los taquilleros! Afortunadamente, el guardián nos dejó pasar a cambio de 40 yuanes por cabeza (el precio estándar de la entrada, sin soborno ni prevaricación).
.
Los vendedores y grupos de turistas no aparecieron hasta las diez de la mañana, así que tuvimos la muralla para nosotros solos durante cosa de cuatro horas. De haber tenido un cielo despejado y un amanecer de postal, hubiese sido el colmo de la suerte. Por supuesto, eso sólo les pasa a los fotógrafos del “National Geographic”. Nosotros tuvimos una niebla tan espesa que la muralla se perdía en ella a menos de cien metros de distancia. Lástima de fotos, pero podría haber sido peor. Gracias a Dios que no se nos puso a llover, que entonces seguro que nos hubiésemos descalabrado en una de esas bajadas súper deslizantes y escarpadas.

................... .... .
.
Fuimos caminando sin prisa y haciendo muchas pausas (o sea, a mi ritmo, que una ya tiene 36 años y le falta entrenamiento para tantos trotes), así que sólo llegamos hasta la torre número doce. La verdad es que todas nos resultaban un poco iguales, con lo que llegados hasta allí, nos pareció que ya teníamos suficientes fotos como para hacernos un calendario y decidimos dar media vuelta.
.
Otra posibilidad atractiva, probablemente la más económica, consiste en llegar a la muralla por Huanghuá (traducido como la “fortaleza de la flor amarilla”). Este tramo no restaurado de la muralla, se encuentra a tan sólo 60 kilómetros al norte de Beijing. El autobús (número 961) sale de la misma estación de Dongzhimén y, por 8 yuanes, os dejará cerca de la muralla en un par de horas (de acuerdo con la información del Lonely Planet). El último autobús de vuelta a Beijing sale de Huanghuá a las 2:30 de la tarde, con lo que os conviene, por si acaso, ir bien equipados de agua, comida y saco de dormir (ojo, porque el gobierno está empezando a poner controles contra la libre acampada, así que puede que os salga al encuentro un oficial con reluctancias a vuestro derecho de “sleepo”).

Según un viajero australiano que me crucé en Güillín, hace un año se podía acceder gratuitamente a la muralla a través de una escalerilla rústica, fabricada con ramas por los campesinos de la zona. Es posible que algún Lazarillo os pida que aflojéis un precio simbólico de peaje (mi guía comenta que te piden 1 yuan, o sea, 10 céntimos de euro, por los que, en esto estaremos todos de acuerdo, no vale la pena ponerse a malas con el paisano).

Con la debida autorización oficial, nada os impide pasar unos cuantos días y noches en la muralla. Me sé de dos que llevan ya tres años en ella, recorriéndola de punta a punta (total, unos 3000 kilómetros de nada). Podéis echarle un vistazo a su página web.

Desde luego, los hay que no saben cómo matar el tiempo…


Nota: por cierto, eso de que la Gran Muralla China se puede observar desde el espacio, sin material telescópico, es un gran mito propagandístico. Fue desmentido por Yang Liwei, el primer astronauta chino, en el año 2003 (el Juni, que no es astronauta, pero que se pasa la vida en la luna, también os lo podrá confirmar).

(Escrito por ella desde Wuhan, provincia de Hubei, China, 30/09/07)

1 comentario:

Redacción dijo...

¿Y qué hay de eso que dicen de que en la muralla misma están enterrados y tabicados los cuerpos de los trabajadores que fueron muriendo a lo largo de su construcción?

¿Habéis escuchado algo allí?

Enhorabuena por vuestras envidiables aventuras.

Mi blog: Ecoturismo