02 octubre, 2007

Ulaan Bataar




Ulaan Bataar es una ciudad de contenedores y ''gers''. Los contenedores que un día viajaron en ferrocarril o barco, se usan como garajes, trasteros y almacenes. Se les encuentra formando parte del peculiar mobiliario urbano de este país, que durante medio siglo giró en la cerrada y compacta órbita soviética. De aquella época quedan los edificios, museos y plazas de estilo grandioso, popular y revolucionario. Alguna hoz y martillo permanecen en un monumento y, ajena al paso del tiempo, de la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de una ideología que quiso ser religión (se basaba en una fé ciega en unos postulados que fracasaban cada vez que intentaban aplicarse en la vida real), podemos encontrar, en un pequeño parque, una anacrónica estatua de Vladimir ''Ilich'' Lenin. También la primera y errónea impresión de que nos encontramos en una República de la extinta URSS a juzgar por el idioma que, en tiendas y oficinas, no podemos comprender y tiene una grafía similar a la del ruso, para un profano en lenguas eslavas. Los contenedores no son tan antiguos, y no gustan de edificios públicos, sino que suelen florecer en patios traseros y en los laterales de edificios de viviendas, que dan a calles nada principales. Nunca parecen nuevos y el óxido reciente y el salitre viejo cuentan historias de largas travesías por lejanos océanos o extrañas tierras.


Vista parcial de la ciudad desde la terraza de mi hostal. Desde la parte de abajo de la fotografía se aprecian ya los gers que pueblan esta zona y otros suburbios en el lado opuesto de Ulaan Bataar.

El ''ger'' e
s la tradicional tienda cónica mongola. Montada y desmontada en unas pocas horas, es el eje de la vida familiar de los nómadas. Sirve como comedor, dormitorio y lugar de reunión y celebraciones, al refugio del feroz invierno o de las altas temperaturas del verano. Como en cualquier otro país del mundo en que la gente del campo emigra a las ciudades, muchos nómadas han dejado atrás la estepa y la han cambiado por un desierto de hormigón y cemento, trayendo consigo sus enseres, entre los que no puede faltar el ger. Vallan una franja de tierra con listones de madera o troncos (me pregunto de donde los sacan, pues sólo en la mitad septentrional del país se encuentran bosques), plantan su tienda y, cuando han ganado suficiente dinero, se construyen una casa de madera o ladrillo, pero no se deshacen del ger pese a que su mantenimiento exige una constante dedicación. De esta manera, en los arrabales de Ulaan Bataar ha surgido un nuevo tipo de hongo, que no necesita de la humedad para medrar, cuyo número se cuenta por centenares y que alberga no solo vida sino también esperanza de una mejora en su calidad.

No es una zona que atraiga a los turistas, que se centran en compras en el State Department Store o en el más moderno pero más reducido Sky Shopping Center, alguno de los pocos lugares en los que aceptan VISA (Mastercard y American Express están relegadas a una situación minoritaria incluso por lo que respecta a su presencia en cajeros automáticos). Como visitas que no pueden faltar en ninguna lista, la Plaza Sukhbaatar (con su monumento a Chinggis Khan y sus soviéticas dimensiones, así como el estilo arquitectónico de los edificios que la circundan) y, sobre todo, el complejo del Monasterio de Gandantegchilen, con edificios bicentenarios y una estatua de Buda recubierta de oro y cuyas dimensiones se cuentan en decenas de metros.




A mis espaldas, el templo que alberga la dorada y enorme estatua de Buda asi como miles de figuras a las que los fieles realizan peticiones de fortuna, salud, etc.

Pero el viajero o turista que llega a Ulaan Bataar (procedente generalmente de Moscu o Beijing), no se detiene demasiado tiempo en la ciudad. El Desierto del Gobi, el Lago Khuvsgul o el Parque Gorkhi-Terelj han reclamado su atención desde que comenzó a soñar con la tierra de los Khanes. Ahora tiene la oportunidad de buscar la mejor opción para recorrer cualquiera de esos circuitos o combinar varios, pudiendo estar desde siete hasta catorce días alejado de la civilización, siguiendo las huellas que un día dejaron las hordas que llegaron hasta Europa y el Sur de China.

Nota: Ulaan Bataar es una ciudad de coste no demasiado elevado siempre que se eviten los lujos, tanto en el alojamiento como en la alimentación. Pero si uno solo está aquí un par de semanas y no es parte de un viaje en el que esté un año entero sin ningún ingreso (ejem, ejem), entonces por un precio bajo europeo tiene un servicio asiático de nivel alto. Como sabéis, ese no era mi caso pero pese a tener el presupuesto de un ''backpacker'' (mochilerus vulgaris) eso no supuso que renunciara a algunas comodidades. Alojarme en uno de los cinco gers que Gana Guesthouse tiene en su terraza sólo me costó 5 USD y en su interior no había literas sino cinco camas individuales (además, desayuno y acceso a Internet eran gratuitos). Comer en pequeños restaurantes, recurriendo a la mímica, señalar los platos de otros comensales o usar alguna de las palabras que sobre alimentación había memorizado (como buzz o ghoulash) suele suponer poco más de un euro por un buen plato de comida. No me he subido a ningún autobús sino que he caminado (muchísimo) y he cogido algún taxi pero su precio nunca superó el euro incluso en la distancia más larga recorrida.


Nota II: No puedo dejar de mencionar, porque los trenes me encantan (y más en tierras extranjeras) aunque por razones de espacio no sea en un post exclusivo, el viaje entre Zamiin Uud y Ulaan Bataar y mi primer contacto con la hospitalidad y carácter mongoles.


Cuando llega el tren a Zamiin Uud, con una hora de antelación, hay que esperar a que nos abran el vagón. Los porteadores, que se alquilan a aquellos viajeros que necesitan de sus servicios, corren sudorosos con sus pesadas cargas a la espalda. Todo el mundo aparece por la estación llevando no solo equipaje personal, sino también bolsas y cajas con mercancía adquirida en China. En mi designado compartimento hay una pequeña televisión, de pant
alla plana, sobre la mesa, y los compartimentos son una mezcla de hard sleeper (por la calidad de la cama y la estancia) y soft sleeper (porque hay cuatro personas únicamente). Las sabanas no están incluidas en el precio del billete, y su alquiler cuesta 60 céntimos. Me rasco el bolsillo. El vagón cumple todos los estereotípos de un producto de fabricación soviética: robusto, funcional, sin lujos ni detalles de diseño. El depósito del agua caliente, en uno de sus extremos, no es eléctrico sino que funciona con una pequeña hoguera alimentada por madera. Entablo conversación, mientras suben sus fardos al tren, con un mongol que sí habla ingles. Me invita más tarde a su compartimento. El tren lleva casi una veintena de vagones y, asomado a la ventana, cuando toma las curvas puedo ver a la vez la cabeza y la cola del convoy.

Esa noche me encuentro en un compartimento con cinco jugadores de póquer mongol, de los que sólo uno habla ingles, y dos espectadores. Veo como juegan y no se parece en nada al póquer que yo conozco. Ni se me ocurre pedir unas ca
rtas porque juegan con dinero y son buenos. Pese a que no me entero de nada de lo que dicen, sí comprendo gestos y tonos, así que pido la cena (aparece una de las azafatas con un carrito y bandejas de poliestireno con ghoulash) mientras saboreo también la situación. Por la mañana acompaño a mi nuevo amigo, Tsend, y sus bolsas de mercancía a coger un taxi (mientras se despide de su hermano que se lleva también varias bolsas) y nos vamos a su casa. En la parte de atrás de su bloque de edificios nos detenemos. Se acerca a uno de los enormes contenedores que, tan curiosamente, están allí puestos, saca un manojo de llaves, abre dos candados, empuja la puerta y entra. A continuación oigo el motor de un coche que se pone en marcha y el sale conduciendo un sedán Hiunday negro, como si fuera la cosa más natural del mundo. Después vamos a comer a su casa y me presenta a su esposa, Bolor, que en solo unos minutos nos prepara unos entremeses fríos y una sopa típica del país. No contento con eso, luego vamos a la oficina de información para coger folletos por si alguno me puede interesar y después me lleva a OTAM (una agencia que organiza viajes por Mongolia) pero no hay tours hasta el lunes o tal vez el miércoles así que solo puedo dejar mis datos. Volvemos a ponernos en marcha para ir a comer algo y después me lleva a los suburbios, donde su tío esta construyendo una casa. Como dije al principio, no ha prescindido de su ger que sigue siendo el alojamiento principal mientras toman forma las paredes de ladrillo. Conforme a las reglas de hospitalidad mongola, su esposa cocina rápidamente una sopa con carne y me sirven los mejores trozos (ahí es cuando uno recuerda eso que ha leído en los libros de viaje sobre no despreciar la comida que le ofrecen los ´´nativos´´, para no quedar como un mal educado, independientemente de que uno sea vegetariano o lo que tenga que llevarse a la boca tenga mas grasa y nervio que correosa carne). He de decir que cuando sacrifican un animal lo aprovechan todo, comiendo incluso el tuétano de los huesos. Cuando uno ha vivido rodeado de la desolación de la estepa y la ausencia de compañía humana en kilómetros a la redonda, no se puede desperdiciar ningún recurso. Despues de la visita, Tsend me acerca en su coche hasta Gana Guesthouse, donde me alojaré mientras busco información para mi objetivo en este país, recorrer el Desierto del Gobi.

Niños jugando junto a la fachada de un viejo edificio de viviendas, en una zona pobre de la capital


(Escrito por él primero en su inseparable block de notas, en el interior de un ger en Gana's Guesthouse, Ulaan Bataar, Mongolia, el 1 de Septiembre de 2007, transcrito al ordenador en Wuhan, China, el 30 de Septiembre de 2007 y corregido y ampliado desde el tren Xining - Lhasa, el 3 de Octubre de 2007 gracias a que nuestro compartimento cuenta con televisores individuales, tomas de oxigeno...¡y enchufes!)

1 comentario:

Carol dijo...

La grafía del mongol es cirílico como la del ruso. En la rusificación tan bestia que sufrieron los mongoles perdieron su alfabeto, que ahora están volviendo a recuperar. Yo hablo un poquillo de ruso y los mayores sí lo hablan, pero los chavalillos mongoles ya sólo hablan inglés. Los letreros algunos de ellos contienen palabras en ruso porque todos los inventos nuevos (como el coche) directamente los han nombrado con el equivalente ruso.
Me he soltado un poco de rollete, pero bueno. Un saludo de asiasido.blogspot.com